miércoles, 19 de agosto de 2009

Meditación del 19 de Agosto 2009

Texto:"Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne" (2 Corintios 10:3). En principio, estas palabras son una defensa a los comentarios negativos o ataques que habían hecho los corintios al apóstol Pablo con relación a su apostolado, pues ellos injustamente interpretaron gentileza, condescendencia y amabilidad de Pablo como un propósito egoísta, como una adulación del apóstol par ganarlos u obtener la aprobación de ellos a su persona; pero aquí se defiende diciéndoles que Cristo no necesita de tales métodos, sino que el método divino es con armas espirituales.
Que la obra del ministro es una lucha, ellos están enrolados en una milicia, son militares en un pleito espiritual contra enemigos espirituales y para un propósito espiritual. Y aunque los verdaderos ministros andan en la carne, o viven en el cuerpo, y en los asuntos del diario vivir como los demás seres humanos, ellos no son regidos con los mismos principios bajo lo cual vive la humanidad, cuyo fin es complacer los deseos carnales, sino que por el contrario ellos deben crucificar sus afectos y deseos mundanos.
Es cierto que todos ellos tienen malos deseos, porque estos no desaparecen hasta que uno se muera, pero los malos deseos son mortificados, no pasan de ser eso, solo deseos, que en el patrón general de sus conductas mueren en el mismo lugar donde nacen, en la naturaleza pecaminosa o el malvado.Una cosa es el lugar donde uno vive, y otra muy diferente como uno vive en aquel lugar.
El alma de los hijos de Dios vive en un barrio inicuo, llamado carne, pero ellos no viven como viven todos los vecinos de aquel pecaminoso barrio.De manera que el apóstol establece aquí la gran diferencia que hay y debe haber en todo ministro, entre andar en la carne y militar según las reglas de la carne; una cosa es vivir en el mundo, y otra muy diferente es ser del mundo; pero debe establecerse aquí que esto no es solo para los ministros, sino aun para todo Cristiano.
Nótese el énfasis que hace el apóstol al emplear un lenguaje de contraste para expresar la fuerza de sus pensamientos; lo primero es afirmativo: "Andamos en la carne"; pero lo segundo es una fuerte negación: "No militamos según la carne" (v3). Es cierto que estamos en una continua batalla, no porque estamos atacando o agrediendo a los demás, sino porque estamos siendo atacados de modo persistente por las fuerzas del mal.
Los hombres del mundo luchan por su honor personal, su gloria y la satisfacción de sus codicias o el engrandecimiento de sus riquezas; pero nosotros no somos así, no militamos según la carne.
Surge la pregunta: ¿Tengo yo en mi vida el poder o tan solo la forma de la piedad? Si alguien posee un billete de cien pesos tiene el poder para comprar, pero si lo que tiene es una copia fotostática, entonces solo se tiene la forma, no el poder.
El asunto no se trata de si se conoce Biblia o no, si se puede desarrollar una discusión acerca del Evangelio, sino que lo básico es si las leyes de la piedad regulan la conducta.
La piedad es tener comunión con Dios, guardar sus ordenanzas, promover la santidad y mortificar los deseos de la carne: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder" (1 Co.4:20). Amén.

No hay comentarios: